lunes, 8 de septiembre de 2008

Opiniones

Sobre nuestro derecho a decidir


Reflexionar sobre cuestiones básicas que afectan al desarrollo de nuestra sociedad se hace necesario; la reciente noticia sobre el fallo judicial en Rosario que habilita a no recibir métodos de resucitación cruentos a un joven de veinte años afectado por una encefalopatía progresiva que lo mantiene postrado y sin habla trae a la luz esa necesidad tantas veces evadida por quienes conformamos la sociedad.

El primer cuestionamiento que trae el caso del joven rosarino, para quien no se solicito ni eutanasia ni muerte asistida, es si era necesario llegar a la justicia sin haber respetado el derecho que tenemos todos los individuos de ser capaces de aceptar o no determinados tratamientos. Muchas veces como pacientes nos quejamos del maltrato, de la falta de explicaciones, de ser un numero en una cama o en una historia clínica pero cuanto hacemos nosotros por revertir esa situación, cuanto hacemos por informarnos, por salir del enfoque culturalmente impuesto en el que la relación paciente medico pasa por la capacidad y la obligación que tienen estos últimos de curarnos y no por una relación en conjunto en cuya construcción nosotros también decidimos y participamos.

Por que no hablar de una relación entre personas que tratan a otras personas, donde no exista un profesional que "estudio para eso" recalcando esa frase sin dar más explicaciones a alguien que no estudio, donde nosotros como pacientes accedamos a nuestros derecho de quitarnos toda duda y seamos participes y concientes del tratamiento que se nos va a aplicar sin necesidad de llegar a instancias judiciales.


No se busca criticar a los profesionales médicos quienes muchas veces en la gran mayoría de los casos sostienen los servicios sin contar con insumos ni sueldos dignos, realizando jornadas que resultan extenuantes y sobre quienes recaen a veces los reclamos de la gente por convertirse en la cara visible de una institución social cuyos engranajes gracias al bastardeo burocrático y político que incumple en su función se encuentran oxidados, desatendidos, sin control y obsoletos; por el contrario lo que se busca es empezar una reflexión sobre nuestro rol ciudadano y cuanto estamos dispuestos nosotros mismos como individuos a cambiar para que este coloso, esta enorme maquinaria, se empiece a renovar.

A. Olivera

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